martes, 16 de diciembre de 2014

¿Me haces un favor?


¿ME HACES UN FAVOR?


—Perdona, ¿me haces un favor?

Aquella pregunta le chirrió tremendamente en sus oídos.  No era reacio a hacer favores a los demás, siempre lo hacía de buena gana dispuesto a ayudar, pero esa pregunta siempre conllevaba un compromiso. La respuesta afirmativa a esa petición encubierta establecería una especie de contrato que le obligaría a cumplir o a realizar algo que aún no sabía exactamente, y eso lo envolvía en una atmósfera de inseguridad.

Decir que no,  marcaría a partir de ese momento notablemente el tipo de relación con esa persona pues, en ese caso, la confianza y por lo tanto la seguridad de poder contar con él en caso de necesidad en un futuro se vería bastante mermada.

Siempre tenía en cuenta de quién provenía ese tipo de preguntas. Odiaba profundamente a aquellas personas que simplemente se aprovechaban de la buena voluntad de los demás para llevar a cabo sus pequeños tejemanejes, simples recados o que para conseguir cualquier cosa que podrían tener por sí mismo sin problemas, por pura ociosidad, se servían del esfuerzo de los demás. Por otro lado, le gratificaba ayudar sin reparos a aquellos que sabía a ciencia cierta que de verdad lo merecían y que por motivos obvios necesitaban de verdad su ayuda.

Aquella que pedía el favor era de sobra conocida. Era del tipo de persona que no le agradaba demasiado en el tan importante aspecto como es el de hacer algo por los demás. Concretamente era, de todos sus conocidos, el que le pedía con más asiduidad, llegando a ser en algunos momentos una verdadera y constante molestia. Siempre recurría a él, por lo que sospechaba cierto abuso de su eterna disponibilidad.

La respuesta tardó en llegar. Durante tres largos segundos de silencio, en su cabeza sucedieron una serie de valoraciones sobre la persona que tenía delante, presentándose un gran dilema sobre qué responder reflejándose en su rostro una clara indecisión y titubeo ante la inminente respuesta.

Siempre cedía a sus peticiones debido a su amable personalidad y solo se negaba cuando realmente no podía cumplir lo que le pedía. Así que en esta ocasión cedió una vez más demostrando así su debilidad y respondió.

—Claro, dime —dijo con expectación ante lo que podría escuchar.

Ella lo miró detenidamente, parecía disfrutar con la situación.

—¿Me alcanzas el mando de la televisión? —una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro.

Había jugado con él una vez más.



¿Me haces un favor?
Lo tenía a su merced

Como siempre.

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