¿ME HACES UN FAVOR?
—Perdona, ¿me haces un favor?
Aquella pregunta le chirrió tremendamente en sus oídos. No era reacio a hacer favores a los demás, siempre
lo hacía de buena gana dispuesto a ayudar, pero esa pregunta siempre conllevaba
un compromiso. La respuesta afirmativa a esa petición encubierta establecería
una especie de contrato que le obligaría a cumplir o a realizar algo que aún no
sabía exactamente, y eso lo envolvía en una atmósfera de inseguridad.
Decir que no, marcaría a partir
de ese momento notablemente el tipo de relación con esa persona pues, en ese
caso, la confianza y por lo tanto la seguridad de poder contar con él en caso
de necesidad en un futuro se vería bastante mermada.
Siempre tenía en cuenta de quién provenía ese tipo de preguntas. Odiaba
profundamente a aquellas personas que simplemente se aprovechaban de la buena
voluntad de los demás para llevar a cabo sus pequeños tejemanejes, simples
recados o que para conseguir cualquier cosa que podrían tener por sí mismo sin
problemas, por pura ociosidad, se servían del esfuerzo de los demás. Por otro
lado, le gratificaba ayudar sin reparos a aquellos que sabía a ciencia cierta
que de verdad lo merecían y que por motivos obvios necesitaban de verdad su
ayuda.
Aquella que pedía el favor era de sobra conocida. Era del tipo de
persona que no le agradaba demasiado en el tan importante aspecto como es el de
hacer algo por los demás. Concretamente era, de todos sus conocidos, el que le
pedía con más asiduidad, llegando a ser en algunos momentos una verdadera y
constante molestia. Siempre recurría a él, por lo que sospechaba cierto abuso
de su eterna disponibilidad.
La respuesta tardó en llegar. Durante tres largos segundos de silencio,
en su cabeza sucedieron una serie de valoraciones sobre la persona que tenía delante,
presentándose un gran dilema sobre qué responder reflejándose en su
rostro una clara indecisión y titubeo ante la inminente respuesta.
Siempre cedía a sus peticiones debido a su amable personalidad y solo
se negaba cuando realmente no podía cumplir lo que le pedía. Así que en esta
ocasión cedió una vez más demostrando así su debilidad y respondió.
—Claro, dime —dijo con expectación ante lo que podría escuchar.
Ella lo miró detenidamente, parecía disfrutar con la situación.
—¿Me alcanzas el mando de la televisión? —una maliciosa sonrisa se
dibujó en su rostro.
Había jugado con él una vez más.
Lo tenía a su merced |
Como siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario